viernes, 6 de noviembre de 2009

"Las princesas tambien pueden ser putas, hijo mio" o dícese de los amorios en la Corte de Carlos IV


Maria Luísa de Parma se convirtió en Reina consorte de España al desposarse con 14 años con su primo el Principe de Asturias, futuro Felipe IV que contaba por entonces con 17. Caprichosa desde niña, una vez superada su inexperiencia sexual a la vez que conocía el desarrollo de su cuerpo, buscó algunas (muchas) aventuras más allá de las que encontraba en la alcoba de su marido. Ya su suegro, Carlos III, advertía a su hijo "¡Las princesas también pueden ser putas, hijo mío!". En este sentido, la subida meteórica de Godoy, en la cumbre a los 25 años, se vió favorecida por su apegada relación con la Reina y, según las malas lenguas, con el mismo Rey también.
¿Indiferencia o inopia de Carlos IV? Más bien lo primero, ya que parece ser que el Rey era consciente de la situación, de modo que, "el que más cornamenta soportó" desoía la coplilla cantada por los madrileños... "Todo el mundo lo sabía, todo el país menos él", algo que consentía porque Godoy suponía un compañero "fiel" sobre el que despositar las arduas tareas de gobierno para dedicarse a sus actividades favoritas (colecciones de cerámica, pinturas, marfiles, relojes y, por supuesto, la caza y la buena mesa ).
María Luísa fue conociendo un progresivo deterioro físico por sus múltiples embarazos (Tuvo 14 hijos con Carlos -aunque se piensa que los dos últimos fueron de Godoy- y 10 abortos espontáneos, en total 24 embarazos), a la par que un creciente gusto por joyas, vestidos, sombreros y otros vicios. Entre los retoños atribuídos a Godoy, destacan Francisco Paula e Isabel, futura reina de Nápoles, a la que su suegra se refería como "...pequeña bastarda epiléptica procreada por el crimen y la maldad". La literatura de la época también se hizo eco de las artes de la Reina, a la que Espronceda llamaba "la impura prostituta".

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