El rojo se asocia a la revolución. El origen parece estar en la Revolución francesa; en 1791 se izó la bandera roja (signo de proclamación del estado de sitio y orden para la dispersión de cualquier manifestación) en París con la finalidad de reprimir las manifestaciones contra el Rey Luis XVI, en las que se produjeron algunos muertos. Los manifestantes adoptaron la bandera roja como propia en recuerdo de los mártires convirtiéndola en una bandera revolucionaria.
En 1871 en la revuelta de la Comuna de París de nuevo se utilizó la bandera roja. Fue adoptada a lo largo del siglo XIX por el movimiento obrero fundamentalmente el de orientación marxista, tanto por el socialismo (sea socialismo revolucionario o socialdemócrata) como el comunismo. La victoria del partido bolchevique en la Revolución de octubre de 1917 convirtió a Rusia en el primer país donde se pretendió establecer un sistema comunista, identificando a la Unión Soviética como al leninismo, y posteriormente al estalinismo con el color rojo, elegido como color de su bandera junto al símbolo de la hoz y el martillo.
Este color impregnó todo el nomenclátor, los lemas y la simbología de los países del bloque comunista en el Este de Europa, en China, Corea del norte, Vietnam, Cuba y otros países de influencia soviética, que lo emplearon como principal seña de identidad y propaganda (lo que en alguna ocasión podía incluso entrar en conflicto con los colores corporativos en las empresas capitalistas, como se ridiculiza en la película Uno, dos, tres, de Billy Wilder -1961-, ambientada en el Berlín de la guerra fría). Algunos ejemplos son: la Plaza roja de Moscú (en este caso, simplemente se acentuó o se amplió el significado, por mera coincidencia, ya que el nombre lo tenía antes de la llegada del comunismo), el Ejército Rojo, la Joven Guardia Roja y el Libro Rojo de Mao.
Además, a lo que preguntaba Josh, ¿cómo llegan a adoptar el apelativo de nacionales aquéllos que se sublevan y traicionan a su nación, a esa bandera a la que se besó cual beso de judas?
Otro saludo... Rubén!
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